"Yo no olvido a mi muertito"
- Jennifer Dibeni Guzmán Estrella
- 5 nov 2015
- 3 Min. de lectura

Algo que indudablemente caracteriza a los mexicanos, es la cultura y las tradiciones, y precisamente por la peculiaridad con la que realizan diversas actividades que por años han sido motivo de celebración.
El día de muertos no se queda atrás, pues desde hace años, aproximadamente en la era prehispánica, se realizaban ritos y ceremonias en honor a los difuntos, mismo que fue adoptado por la iglesia católica en conmemoración de los "Fieles difuntos".
En México, tradicionalmente es celebrado el día 2 de noviembre, por la creencia popular de que en esa fecha 'las almas regresan del más allá a visitar a sus descendientes' una idea que no sólo en México se tiene.
Los hogares mexicanos se ven adornados por los altares que las familias realizan a sus difuntos con su respectiva fotografía, donde entre papeles de colores, veladoras, flores y ofrendas como: bebidas, sus comidas favoritas, pan, dulces, incienso, prendas y artículos perteneciente a la persona, los que además, tienen un significado diferente, simbólico a "llegar a la luz".
Cada año la gente acude al campo santo a visitar la tumba donde fueron sepultados los restos de sus familiares, amigos, conocidos, etc. Este año no fue la excepción, y así como en otros lugares de México, el cementerio de Ciudad Guzmán recibió a cientos de personas, quienes desde el día anterior estuvieron presentes.
La entrada al panteón estuvo rodeada de puestos de flores y de comida, como la venta de pan de muerto, churros dulces, elotes, raspados de sabores, tostadas, entre otras vendimias que desde muy temprano esperaban buenas ventas.
"Compran semillas, cacahuates, duros, bombones" exclamaban los niños a los que sus madres mandaban a vender por el panteón.
La gente sonreía y amablemente saludaban a todo aquel que le pareciera conocido. El día se vio favorable pues a pesar de que comenzó a hacer viento, no se esperaba lluvia, lo que pintaba para ser un día apto para salir a visitar las tumbas.
Entrar y salir, era lo que la gente hacía, llevándo más y más flores. Algunos entraban con bebidas alcoholicas, otros con sus alimentos, mientras otros esperaban a los músicos, pues era un día familiar, donde estar reunidos era la idea principal; recordar vivencias y experiencias realizadas con quienes ya no están.
Y como es del pueblo, las danzas no pudieron haber hecho falta, pues un contingente numeroso danzó por los andadores del panteón, quienes portaban su traje, sombrero, huaraches y sonaja, además de mascarillas alusivas a la muerte y en su pecho la foto de un ex miembro de la cuadrilla, quines a más de alguno de erizaron la piel de sólo oirlos sonar el huarache contra el suelo.
Tú que ya estás allá, Caminos de Michoacán, Que falta me hace mi padre, Yo te extrañaré, entre otras melodías, era lo que se hacía escuchar en todo el panteón; entre mariachi, banda, norteño y algunos otros que "a capela" interpretaban; mientras que, entre otras familias los rezos se hacían presentes, pues sus creencias religiosas les acompañaban.
Risas, llanto, platicas y hasta reproches, era lo que predominaba, pues de una u otra manera sentían presente a su difunto.
"Cuánto extraño a mi viejito, era el amor de mi vida, yo no se porqué se me fue, me dejó sola" dijo la señora Mari por su difunto esposo.
"Nunca entendiste mi cabrón, y mira donde estás ahora, ¿no estuvieramos ahorita de fiesta?" expresó el joven Alberto de su compadre occiso desde hace 3 años.
"Yo sólo vengo a platicar un ratito con mi padre, sé que me está escuchando, sé que está conmigo, que siempre me acompaña, pero ahora es un día especial" Comentó el señor Guadalupe de su padre fallecido desde el 2005.
"Vengo cada semana, cada mes cuando se me olvida, limpio su tumba, saco al agua sucia de las flores, le traigo unas nuevas, me hecho 'un padre nuestro' y le pido por los que estamos aquí en la tierra" dijo la señora Carmen, viuda desde hace 10 años.
"¿Porqué te me fuiste madrecita? si todavía te faltaba mucho" Dijo alguna persona
Como ellos, muchos otros, quienes con devoción cada año y cuando pueden visitan el sepulcro de sus fallecidos.
Un día muy concurrido que a pesar de que oscureció y no había lámparas que alumbraran el camino de los visitantes, las personas siguieron presentes. La noches parecia no incomodar a nadie pues entre más oscuro se hacía, más y más personas arribaban.
La tradición, los mitos, y algunas creencias son las que han alimentado el espíritu mexicano y han mantenido con vida algunas de las ceremonias y rituales que de una forma u otra nos hacen representar nuestro pueblo, nuestro país, ideas míticas que quizá seguirán vivas conforme el tiempo transcurra y las generaciones sigan avanzando, por lo pronto, la visita de este año a los muertitos, es misión cumplida.
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